jueves, 2 de febrero de 2012

La Democracia Sudamericana

Una obra en construcción

Venegas Castillo, Ignacio. Estudiante de Cs. Política de la Universidad de Buenos Aires (ignacio.venegas.castillo@gmail.com)
Peralta, Natacha. Estudiante de Cs. Política de la Universidad de Buenos Aires(natacha.peralta@hotmail.com)


Área:
Política Comparada

Sub Área:
Procesos políticos en América Latina
Protesta y movimientos sociales en perspectiva comparada


En América del Sur, la tradición democrática (sin analizar su legitimidad) data desde la conformación de los Estados Nacionales en el siglo XIX.

Consolidado como el régimen más aceptado (especialmente después de las experiencias militares vividas), se han minimizado los efectos negativos o falencias que pueda presentar debido a la ausencia de mecanismos de control o participación más inclusivos.

Nuestra misión será ahondar sobre las consecuencias de sus quiebres y la participación que han tenido los movimientos sociales. Así, a través de la comparación de cuatro sucesos históricos de inestabilidad o quiebres democráticos sudamericanos (abarcando un espacio temporal 40 años), marcaremos las características comunes de sus crisis, para clarificar las tensiones generadas y los desafíos políticos que plantea (a nuestro juicio) su inestable composición.

El Golpe Militar en Chile (1973), La Crisis Institucional Argentina (2001), el Intento de Golpe en Venezuela (2003) y Ecuador (2010) no son hechos aislados, emanan de las fallas institucionales de un modelo democrático que, como engranaje esencial, presenta partidos desideologizados y escasamente vinculantes, que derivan en lo que Manin denominó Democracia de Audiencias, muy ajeno al planteamiento Weberiano de una burocracia jerárquica racional que optimizara su funcionamiento.

La alternancia, las elecciones periódicas, el accionar de personas e instituciones con nula capacidad de gestión, incapaces de interpretar el constante desarrollo de los movimientos sociales (hoy ausentes de las causas colectivas, lo que para Durkhein representaría una clara ausencia de solidaridad orgánica), hacen de este modelo, un sistema autodestructivo en sí mismo.

Esto, no permite la institucionalización de Políticas de Estado a largo plazo (como sí sucedió en Chile con la Constitución de 1980 y su modelo económico), que solidifiquen el continuo progreso de la sociedad; que demuestra su rechazo con una profunda desafección política, en un punto donde las fuerzas productivas superan ampliamente la capacidad de las relaciones de producción (como diría Marx); lo que se expresa en el surgimiento de protestas u movilizaciones ajenas a los partidos (como quedó en evidencia en Argentina 2001 con la frase “que se vayan todos”), que no son capaces cumplir su rol de canalizadores de las demandas sociales.

Lo anterior, genera la aparición de caudillismos o movimientos sociales institucionalizados (el Chavismo o el Peronismo), que despreciando a los partidos, los utilizan como fachadas; pero ¿ha sido esto perjudicial?. El análisis de los casos mencionados, demostrara que la Democracia Sudamericana no es la única opción administrativa, más aún, permitirá cuestionar: ¿por qué ningún partido logra encausar efectivamente al movimiento social? O ¿por qué estos movimientos recurren a instituciones burocráticas que no son Partidos Políticos cuando detonan las crisis? o profundizando, ¿por qué las Democracias Vigiladas o Plebiscitarias han sido más efectivas al realizar los profundos cambios institucionales que los países necesitan?